La Casa Invisible, espacio sociocultural de Málaga, vive una paradoja que refleja las tensiones entre su arraigo local y su proyección internacional. Mientras el Ayuntamiento insiste en su desalojo, alegando ocupación ilegal y prometiendo una rehabilitación para otros fines, el Ministerio de Cultura reconoce su valía incluyéndola como una de las 24 instituciones clave en una convocatoria estatal para la creación artística.
Esta iniciativa, parte del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno, convertirá a La Invisible en una de las “casas de acogida” para artistas contemporáneos, junto a centros de prestigio como la Fundación Miró en Baleares o la Tabakalera en Guipúzcoa. Es, además, la única institución malagueña seleccionada y la única autogestionada. Recordad que la Invisible no tiene ningún tipo de presupuesto institucional.
El contraste es evidente. En Málaga, las puertas institucionales están cerradas; en Madrid, se abren con entusiasmo. Florencio Cabello, portavoz del colectivo, destaca que este apoyo trasciende los habituales manifiestos y firmas para materializarse en colaboraciones productivas.
Arte Útil y redes internacionales
La Invisible no solo es un espacio de resistencia, sino también un laboratorio de innovación cultural. Su proyecto de Arte Útil, liderado por los artistas Libia Castro y Ólafur Ólafsson, plantea convertir la rehabilitación del edificio en una obra artística en sí misma. Este enfoque ha sido reconocido en foros internacionales como el Van Abbemuseum de Eindhoven y por instituciones como la Fundación Mondrian, que les ha otorgado financiación europea.
El programa de residencias ofrecerá a los artistas seleccionados una manutención de hasta 1.800 euros mensuales, además de 20.000 euros para la producción de proyectos. La convocatoria, abierta a creadores sin límite de edad, busca propuestas que integren investigación, experimentación y formatos innovadores.
Un futuro en disputa
Aunque la convocatoria es una oportunidad, el conflicto con el Ayuntamiento sigue siendo un lastre. La Invisible, en cesión precaria y con una orden de desalojo pendiente, enfrenta además un proceso de rehabilitación controvertido. El colectivo, en alianza con Yamur Arquitectura y Arqueología, participó de forma discreta en el concurso para la reforma del edificio, abriendo un nuevo frente en la lucha por su futuro.
Mientras tanto, la proyección internacional de La Invisible sigue creciendo. Para artistas comprometidos con un arte transformador, este espacio podría convertirse en un refugio para la creación en un contexto único, donde la resistencia se entrelaza con la innovación cultural.