¿Qué es una institución pública? ¿Qué es, por ejemplo, un ayuntamiento? ¿Es ese lugar mágico, ese lugar mítico, ese lugar imaginario donde, nos han dicho, reside nuestra soberanía, ni más ni menos que nuestra voluntad política? ¿Qué es una institución? ¿Es esa hermosa leyenda del pueblo cediendo graciosamente su representación? ¿Cediéndola a quién? ¿Qué es un ayuntamiento? ¿Es acaso un lugar de fantasía en el que, nos dicen una y otra vez, hemos concedido a unos pocos el privilegio de que hablen en nuestro nombre? ¿Existe de verdad ese lugar? ¿Alguien lo ha visto alguna vez?
¿Qué es hoy una institución pública? ¿Qué es hoy nuestro ayuntamiento? Es una oficina. Es la oficina donde se gestiona la miseria de muchos y la opulencia de pocos. Es todo antes que el reflejo de una ciudad cuyos habitantes aspiran a la felicidad. ¿La recordáis? ¿Recordáis la ciudad feliz? Ellos no, porque ni siquiera saben que aún existe, que esa ciudad feliz somos nosotras, nosotros
Esa ciudad, la ciudad de la felicidad, la ciudad de las calles llenas de vecinas, de creadoras, de niñas, de balcones. La ciudad viva, la ciudad que nos acogía, que aún nos acoge porque, frente a su gestión de la miseria, hemos sabido levantar espacios para el encuentro y la alegría. Eso es la Casa Invisible, uno más de esos espacios en la ciudad de la felicidad. Uno más de esos espacios que en esa oficina de la miseria, de la tristeza, no pueden tolerar.
Francisco de la Torre, el gestor mayor de la miseria, no entiende la alegría. Y eso no es grave, él se lo pierde. Lo grave es que quiere extender su tristeza a cada rincón de la ciudad. No va a poder. La alegría, señor gestor de la miseria, ES INDESALOJABLE.
¿Queremos una ciudad en la que la cultura se confunda con el espectáculo? Claro que no, porque la cultura es siempre la expresión de la sociedad, esa que usted, gestor de la miseria, quiere destrozar.
¿Queremos esa ciudad-donut del mísero Francisco de la Torre, la ciudad vacía en su centro? Claro que no, porque es aquí donde anida la memoria, la experiencia y el encuentro. Es aquí donde la ciudad se hace carne, donde la ciudad se expresa, donde la ciudad acoge, sí, pero no a costa de la expulsión de sus propios habitantes.
¿Queremos la ciudad del consumo, del expolio, del individualismo, la ciudad del "sálvase quien pueda"? Claro que no, porque, más que nunca en estos tiempos, la potencia está en la cooperación.
¿Queréis la ciudad fúnebre de los desalojos y las mentiras, la ciudad fúnebre de las fachadas sin vida en su interior? Claro que no, porque resistir es crear donde nos quieren imponer su muerte.
Basta de mentiras, basta de engañar a la ciudadanía, basta de vender su mandato por un puñado de monedas.
Francisco de la Torre:
El edificio de La Invisible es seguro, y así lo ha demostrado la Gerencia de Urbanismo.
Francisco de la Torre:
El edificio se ha conservado a pesar de usted y su gobierno, porque esta comunidad lo ama, lo ha cuidado, con horas incontables de esfuerzo y rascándose unos bolsillos que usted ni imagina lo poco que tenían.
Francisco de la Torre:
La Invisible ha cumplido todos y cada uno de los requisitos a los que se comprometió para firmar la cesión de uso del edificio. Es usted el que no ha cumplido, es usted el que engaña a la ciudadanía y le oculta que la situación legal es la de «cesión en precario». Es usted el que oculta que eso debería impedirle el desalojo por la fuerza que acaba de anunciar.
Francisco de Torre, gestor mayor de la miseria:
Hace más de cinco años recibió usted nuestro proyecto para rehabilitar el edificio. Cuéntele usted a la ciudadanía a la que dice representar que lo tiró a la basura, a pesar de que ese proyecto fue elogiado por el personal técnico municipal y por el Ministerio de Cultura. Cuéntele usted a las malagueñas que precisamente fue elogiado por su calidad, su singularidad, por su conexión con la ciudadanía, por la sostenibilidad y la sensibilidad con el tejido urbano. Cuente usted que fue elogiado porque permitía rehabilitar el edificio sin echar de él a nadie. Cuéntenos por qué tiró a la basura ese proyecto.
Lo tiró porque estaba lleno de vida y alegría, y eso le puede. ¿Sabe por qué lo tiró en realidad, señor gestor de la miseria? Lo tiró porque en él vio lo que es una institución del común, una institución tan distinta a su oficina de tristeza.
La Casa Invisible es comunidad, y la comunidad hace ciudad. No se llame usted alcalde, porque no lo es desde el momento en que no ha entendido algo tan sencillo.
¿Sabe usted, Francisco de la Torre, lo que se hace con las instituciones que no cumplen con su cometido? Se desaloja de ellas a su gestor mayor. Ese es usted. Usted SÍ es desalojable. Pero la Invisible no, porque la vida y la alegría le sobrevivirán. Y lo harán en el mismo edificio que llevamos cuidando desde el año 2007.
¡¡¡SOMOS INDESALOJABLES!!!