¿Quién no ha escuchado alguna vez esta pregunta en tono desafiante? Pareciera que la risa estuviera más o menos legitimada según el objeto de su chanza y, por supuesto, el objeto más ilegítimo somos nosotros mismos.
Reírse de los demás está bien porque quita gravedad a los hechos. Incluso, reírse de uno mismo cuando se es al tiempo humorista y objeto de guasa; sin embargo, todo cambia cuando los demás nos encuentran risibles sin que los hayamos pretendido. Eso nos fastidia y seguramente respondamos con cajas destempladas. Es natural. Pero, ¿nos da esto derecho a prohibir las bromas que nos ofenden? ¿puede algo tan subjetivo como el sentimiento de ofensa servir para dictaminar lo que se puede o no decir?
¿Quién establece lo que legítimamente puede doler y el daño que se produce por tener la piel demasiado fina?
Significa esto, entonces, ¿que todo puede ser dicho? ¿No hay más forma de regular socialmente el humor que mediante su penalización?
En fin, creo que nos estamos poniendo demasiado serías. A ver si alguien con más visión cómica que nosotras aporta algo de luz o de sonrisa en esta charla que, como siempre, tendrá lugar al solecito de la invi el día 20 a las 12.
De nuevo tenemos que agradecer a @graficaperversa este cartel tan chulo.