Ingobernables

Comunicado de La Casa Invisible en apoyo al nacimiento del nuevo Centro Social La Ingobernable en Madrid.

Hace ahora casi dos años el Centro Social Patio Maravillas era desalojado por el gobierno municipal del Partido Popular, con Ana Botella a la cabeza, en lo que fue una de las últimas medidas de una legislatura caracterizada por la corrupción y el gobierno al servicio de las élites. Pocas horas después entraba al ayuntamiento una nueva e ilusionante composición, caracterizada por la presencia de una candidatura municipalista heredera del ciclo de luchas del 15M, y fraguada, junto a otros, a partir de personas procedentes de este Centro Social y de múltiples reuniones desarrolladas entre sus muros y sus gentes.

Ahora Madrid se constituía a partir de una confluencia ciudadana, donde la democracia era su ADN constituyente, y que se conformaba a partir de la elaboración de un programa colectivo de autogobierno que pondría las instituciones al servicio de las menos, un “gobernar obedeciendo”. La buena nueva se hace mayor cuando Ahora Madrid se hace con el gobierno de la ciudad. Por fin llegaba la anhelada oportunidad de poner la Instituciones al servicio del común.

Sin embargo, de aquel momento a esta parte y no solo en Madrid, ha resultado verdaderamente difícil apreciar alguna intención de llevar a cabo acciones políticas de impulso y reproducción de los espacios de cooperación y autogobierno en nuestras ciudades, esas mismas que estaban en los programas de los ayuntamientos del cambio y las fuerzas políticas municipalistas.

No se nos puede olvidar que no se trata de gestionar mejor los consensos de la ciudad neoliberal sino combatir el sentido que la conforma construyendo otras formas de vida, otra ciudad, otro mundo (muchos mundos). Llevamos muchos años viendo como los gestores de la ciudad, tecnócratas aliados con promotoras inmobiliarias y otras fuerzas especulativas, entienden la ciudad como mercancía. Una mercancía más con la que jugar a su conveniencia en cada momento (de forma legal o ilegal). Esto ha tenido consecuencias catastróficas para la mayor parte de sus habitantes; nos ha dejado sin espacio, sin tiempo, sin renta, sin salud, sin vida. Es hora de aprovechar la oportunidad para cambiar esta lógica y recuperar la ciudad.

Es muy común que la imagen falsa de normalidad democrática y legalidad vigente se utilice como arma contra lo común. Esto nos impide ver que la desobediencia que supone la ocupación no es más que un ejercicio de construcción de una nueva legitimidad que obedece a un lógica mucho más potente, abrir el horizonte de lo posible. Construir la posibilidad de vivir para las que no cabemos en su ciudad neoliberal.

Ante esta situación, el pasado 6 de mayo, sucedió algo impredecible, una anomalía dentro de este falso status quo, cientos de personas comenzaron a dar vida a un edificio abandonado en la milla de oro de la capital. Este inmueble, situado en la calle Gobernador 39, iba a ser destruido para transformarse en el nuevo pelotazo de la red mafiosa que nos gobierna, en este caso la familia Aznar. Sin embargo, una multitud de personas cansadas de tener que renunciar a todo están poniendo su energía, su tiempo y sus cuerpos para convertir 3000 metros cuadrados de polvo en una nueva máquina social capaz de combatir el avance de la financiarización, la individualización y el miedo. Cualquiera que no se conforme con moverse por la ciudad como una extraña, como una simple espectadora de la explotación y la especulación sin límites, tiene hoy la oportunidad de acercase a La Ingobernable e inventar una nueva forma de vida.

Los espacios sociales autónomos (centros sociales, solares y barrios autogestionados, ocupas y otra multitud de composiciones sociales que generan autogobierno y contrapoder) tenemos el reto de recuperar la ciudad de la que hemos sido expulsadas, en la que no cabemos. Los nuevos gobiernos del cambio han de aprovechar, de forma coordinada y respetando la autonomía de cada proceso, la inmensa potencia de estas prácticas. No podemos ser representadas, pero si podemos poner en prácticas formas más amplias de democracia, de intervención para habitar la ciudad. De lo contrario, si olvidan su mandato, si tratan de gobernar desobedeciendo, les recordaremos que somos ingobernables.